Pensar dentro de la caverna: la dimensión cognitiva de las imágenes y la inmanencia del Ser

Es bastante largo, así que si entienden bien el título no les hace falta leer más; de todas formas les he ahorrado 22 notas a pie de página (no me las copió)
La nueva realidad está en las imágenes
El auge casi frenético de la cultura visual es contemplado con cierto recelo ?o directamente con precipitados gritos de alarma- por los viejos humanistas, formados en una cultura con un predominio exclusivo de lo textual, consolidada sobre todo a raíz de la invención de la imprenta, y que aprendió a reconocer solamente las ideas transportadas por los textos, en detrimento de las posibilidades cognitivas de la imagen. El concepto-imagen es ignorado, sólo el concepto-idea sirve como dimensión comprensiva del mundo. El proceso de desvalorización de la imagen comienza muy pronto en Occidente, con el mito platónico de la caverna y la posterior condena bíblica de la imagen. La imagen es el reino de lo aparente, la verdadera realidad está detrás: el ser aparente se opone al ser trascendente y verdadero. Las imágenes no tienen valor por sí mismas, son meras señales indicadoras de una ?realidad? más profunda , no aprehensible por medio de los sentidos. Esta dualidad metafísica que escinde al ser en dos planos obliga a buscar un principio trascendente para dar cuenta de lo real.


En este contexto, como inversión del platonismo, cobra sentido la afirmación de que la nueva realidad está en las imágenes, no detrás de ellas, como dice McLuhan. Se reivindica el valor cognitivo y no meramente aparente de las imágenes, una nueva sensibilidad capaz de captar la inmanencia del Ser y su carácter dinámico, fluido. Las imágenes impactan sobre el espectador, gracias a su dimensión emocional, afectiva, pero además poseen una dimensión cognitiva, racional; la imagen aúna los componentes afectivos y racionales del conocimiento. Adjudicar al texto la exclusiva de la racionalidad y a la imagen la exclusiva de la afectividad es simplificar la complejidad de las relaciones entre texto e imagen. En todo conocimiento intervienen elementos afectivos, no por ello irracionales. Las imágenes hablan al cuerpo, no sólo a la mente. Pero también las palabras persuaden, también las palabras hablan al cuerpo, aunque es cierto que la recepción perceptiva de las imágenes es más potente que la recepción perceptiva del texto, y precisamente por eso hay que poner de relieve la dimensión cognitiva de las imágenes.
Texto e imagen no se excluyen entre sí, sino que se complementan. El lenguaje está profusamente sembrado de metáforas, que no son simples adornos de los que podamos prescindir, ya que poseen una innegable importancia cognitiva: también comprendemos visualizando conceptos, pensando con imágenes, y no sólo con esencias puras desligadas de lo sensible. Una imagen puede contener y expresar un concepto, de forma diferente a un discurso, pero no por ello peor. Además de una educación a través de textos, deberíamos contar también con una educación a través de imágenes. Aprender a leer, pero también aprender a ver.
A la cultura textual se le atribuye una gran capacidad crítica; por el contrario, a una cultura visual se la considera rehén del estado de cosas existente, porque es incapaz de hacer frente a la sobredosis de imágenes que continuamente bombardea nuestros cerebros, ya que la imagen nos seduce, nos fascina, por lo cual se convierte en el medio más adecuado para manipularnos sin que nos demos cuenta. También las palabras seducen, encantan, engañan, y es necesaria una educación para estimular la capacidad crítica. El hecho de que carezcamos de capacidad crítica respecto a las imágenes no debe inducirnos a condenar, sin más, a las imágenes, como si éstas fueran intrínsecamente malignas, sino más bien a intentar aprender a ?leer? las imágenes en su propio lenguaje, es decir, a contemplarlas con capacidad crítica, pero una nueva forma de crítica propiamente visual.
La imagen que a menudo se presenta, de una cultura textual amenazada por una cultura audiovisual, es errónea, no hay ningún ordenador devorando libros de texto. Si bien el libro, en cuanto objeto físico, pierde su valor funcional (pudiendo incluso revalorizarse como fetiche) Internet integra texto e imagen. No se lee menos por culpa de Internet, al contrario, lejos de contribuir al descenso de la lectura, Internet más bien contribuye a lo contrario, crea lectores, y no lectores pasivos que se limiten a interpretar el sentido de los textos, sino que participan en él , haciendo comentarios, enlazando el texto o, directamente, modificándolo. Como sucedió con la imprenta, Internet contribuye a una mayor difusión de textos, tanto textos creados expresamente para el medio digital como libros digitalizados, posibilitando así que un mayor número de personas tenga acceso a la cultura. Pero las nuevas tecnologías no se limitan a trasladar el contenido de los libros a un formato digital. Se abren posibilidades creativas inéditas que el medio impreso no proporcionaba, como la integración de elementos visuales y sonoros en poemas. Distintas formas de arte interactúan en el entorno virtual. Así, más que ante textos definitivos, cerrados, estaríamos ante un proceso de escritura abierto.
Como si de un movimiento dialéctico se tratara, la cultura visual no termina con la cultura textual, sino que provoca una síntesis que la conserva y la supera.
Las subjetividades fluidas de las pantallas neoplatónicas
Con el desarrollo de las nuevas tecnologías se configura una cibercultura que rompe con el paradigma clásico de la cultura asociada a la imprenta y que exige nuevas capacidades, nuevos modelos conceptuales e imaginales, nuevas sensibilidades.
En este período de transición, se multiplican los gritos de apocalípticos no integrados y surge la nostalgia por las ideas claras y distintas, pero de lo que se trata es de conceptualizar y comprender el presente para afrontar el futuro, haciéndolo imaginable, potenciando una imaginación creadora, que busque alternativas con su capacidad de anticipar, concebir, proyectar, programar y virtualizar lo que luego se hará concreto, tangible, actual y, nuevamente virtual, en un continuo devenir.
A un cambio en la realidad le corresponde un cambio en la teoría, aunque sea inevitable cierto desfase temporal, ya que la realidad cambia más rápido que las categorías desde las cuales la abordamos. En el nivel cultural, la época actual se presenta a menudo como una sobredosis de imágenes permanente (Burroughs), en la que el asesinato de lo real ya se ha producido y vivimos en un mundo de simulacros (Baudrillard), una época en la que la identidad del sujeto se resquebraja y la confusión existencial se apodera de las conciencias, arrojadas a un naufragio sin espectador .
El Yo cartesiano se fragmenta en multiplicidades descentradas y ya no se intuye como evidencia inmediata y como seguro punto de partida: en una especie de celebración de la muerte de una identidad unitaria se proclama un sujeto a favor de identidades desmaterializadas y alternativas, que se emociona transgrediendo los confines del cuerpo. La sensación de ?navegar? por Internet es la de proyectar la subjetividad como un fluido más allá de la pantalla , al no-lugar del ciberespacio. El ciberespacio es concebido aquí de modo neoplatónico, como un entorno mágico de inmersión, poniendo el énfasis en la trascendencia. El sujeto virtual se forma a través de las interfaces dinámicas con los ordenadores. El espacio pertenece al ordenador, el flujo al usuario. Pero el ciberespacio pertenece a la realidad, no la trasciende, las pantallas conectadas proyectan imágenes dentro de la caverna, no fuera. O mejor dicho, puesto que la dicotomía adentro/afuera de la caverna reproduce la dicotomía metafísica apariencia/realidad, diremos que la superficie es el punto de encuentro entre lo real y lo virtual.
Pero la información ya circulaba a través de redes simbólicas antes de la creación de Internet, por ejemplo con el correo. La diferencia reside en el factor temporal, en la prácticamente instantaneidad con que se transfieren los datos en Internet, lo que configura una estética de la presencia absoluta. El mundo se empequeñece, aunque es dudoso que vaya a implosionar, como teme Paul Virilio.
El ciberespacio y la identidad del ser humano: la red es vasta e infinita
En torno al término ciberespacio se articulan dos visiones contrapuestas, una visión entusiasta, utópica, que la describe como la verdadera tecnología de los milagros y de los sueños, lo cual es una idea muy atractiva, pero también sospechosa de ser una exageración delirante, teñida de un ansia irrefrenable de trascendencia y misticismo, del mismo modo que cuando se inventó el cine hubo quien dijo que la muerte había dejado de ser un hecho absoluto. Parece como si el deseo de trascender definitivamente nuestra condición mortal estuviera fuertemente arraigado en nuestro ser, que formara parte de nuestros deseos ancestrales.
La otra postura intenta traer de vuelta a la ?realidad? a los soñadores ciberespaciales e insiste en tratar de forma política y social las posibilidades y consecuencias del ciberespacio. La primera postura plantea cuestiones de orden metafísico y ontológico. Desde la noción de ciberespacio se vuelve a preguntar por lo real y por lo que significa ser humano. Por ejemplo, en el manga de Masamune Shirow, Ghost in the sell, la teniente, que posee un cuerpo ciborg, se cuestiona su propia identidad, ya que la tecnología posibilita descargar su conciencia en otro soporte material o en la red, que es vasta e infinita. Obviamente se trata de una obra de ficción, es bastante dudoso que sea posible trasladar la conciencia a un robot y vivir así eternamente , de soporte material en soporte material, pero desde la ciencia-ficción se plantean en nuevos términos viejos problemas filosóficos, como la identidad del ser humano y la dualidad alma/cuerpo.
La postura que vincula utopía y tecnología, defiende la tesis de identidades a la carta. En el ciberespacio podremos libremente elegir la identidad que deseemos, la subjetividad fluye libremente y adopta distintas formas, las identidades se vuelven flotantes. La otra postura advierte sobre los peligros que se ciernen al considerar casi como un entorno mágico al ciberespacio. Una visión excesivamente utópica llevaría, no a la crítica de nuestra sociedad actual, sino a una degeneración del pensamiento utópico, a la mera evasión, a la pérdida del sentido de lo real, a la pérdida del sentido moral y político en individuos asociales que desde sus casas juegan delante del ordenador como si habitaran en la ficción, jugando a ser otros muchos personajes. El entusiasmo tecnoutópico está relacionado de alguna forma con deseos infantiles, regresivos, mágicos, con fantasías de omnipotencia. De este modo, se ha visto el ciberespacio en analogía con la significación simbólica del útero materno. Frente a un mundo complejo, difícilmente interpretable, que produce individuos esquizofrénicos, buscar refugio en el ciberespacio constituiría una estrategia de individuos con complejo de Peter Pan, nostálgicos de Nunca Jamás, (que, al igual que el ciberespacio, tampoco existe) que a través del ciberespacio luchan contra el capitán Hook.
Mongardini observa una correlación entre la pérdida de la dimensión ética de la vida y la ruptura de la estabilidad de las identidades individuales, hay, dice, ?un mayor sentido de la alienación que hace que cada vez sea más difícil mantener relaciones que exijan más de la personalidad, tales como el amor, la amistad, la generosidad, las formas de identificación… La pérdida de la capacidad para dar significado a la realidad es también el producto de la protección psíquica, el deseo del individuo de no correr el riesgo de exponerse al estímulo de una realidad que ya no puede interpretar?.
Ahora bien, se trata de comprender la identidad no como un monolito unitario, sino como una continua metamorfosis, de configurar un nuevo sujeto capaz de abordar la complejidad de realidades fluidas; pasar de una metafísica de la presencia a aceptar el continuo fluir de la realidad. El devenir frente al ser y el acontecimiento frente a la sustancia. La idea de metamorfosis es clave. La nostalgia por las identidades fijas y estables es incapaz de abordar la nueva realidad. En vez de establecer relaciones de identidad con uno mismo, se pueden establecer relaciones de diferencia y metamorfosis, sin que eso implique la alienación del sujeto , sino la constitución de un nuevo sujeto capaz de responder afirmativamente a la pluralidad de lo real, en lugar de responder de forma reactiva, refugiándose de una realidad sentida como carente de sentido.
El sentido es un producto, que surge de la interacción entre el individuo y el mundo y los otros . El individuo post-cartesiano, que sustituye las identidades fijas por las identidades flotantes, no está necesariamente abocado al terreno de la esquizofrenia o del neonarcisismo, puede crear sentido y mantener relaciones, tanto en el mundo real de la interacción cara a cara como en el mundo virtual (que no se opone al real); por ejemplo, en Internet se crean comunidades virtuales en función de intereses comunes, y estas comunidades comparten conocimientos y amistad con mucha generosidad y con un gran sentimiento de identificación. Además que no hay ninguna incompatibilidad entre el ciberespacio y el mundo real, el ciberespacio añade una dimensión más a la vida, no la reduce, antes amplia la experiencia y posibilita un medio de compartirla con otros (que no elimina necesariamente la interacción cara a cara), de transmitirla a través de, por ejemplo, la creación de un blog, de una página personal, participando en foros, etc.
De la disyuntiva identidad o diferencia hacia el paradigma de la complejidad
En la época actual, tal como se la entiende a menudo, ya no hay referentes estables, la legitimidad de los metarrelatos redentores está en crisis, pues ya no se contempla la historia como una línea en continua progresión hacia lo mejor, sino como un acontecer disperso, caótico, sin un sujeto que dirija el proceso y sin un fin predeterminado destinado a realizarse en la historia. La pérdida de un sentido unitario, de una autoridad central, provoca el estallido de un relativismo que se extiende a todos los ámbitos (moral, epistemológico, estético) fragmentando la imagen del mundo en un calidoscopio multiforme, por lo que podríamos hablar de un paradójico totalitarismo de la pluralidad. La revuelta contra la filosofía de la identidad, acusada de llevar implícitamente tendencias totalitarias, y la propuesta de pensar la diferencia en sí misma , desemboca sin embargo en esta paradoja.
Ampliando el paradigma de la complejidad, propuesto por Edgar Morin sobre todo con relación a las ciencias de la naturaleza , puede servir para integrar la dialéctica y el pensamiento de la diferencia. De la dialéctica asume la implicación recíproca, la lógica del conflicto, y de la diferencia los elementos singulares no integrables en un sistema unitario. Una relación compleja entre dos elementos es una relación antinómica, pero complementaria. De esta forma podemos pensar muchas oposiciones que dentro de un paradigma de la simplicidad aparecían como puras paradojas.
Van Gogh-Heidegger-profundidad-modernidad Vs. Jameson-Andy Warhol-superficie-posmodernidad
Las oposiciones binarias brotan fácilmente del dualismo platónico: apariencia/verdad; superficie/ profundidad. Como señala Derrida, en las parejas conceptuales uno de los términos domina con violencia sobre el otro, no se da nunca una convivencia armónica. Tradicionalmente, la verdad y la profundidad han dominado sobre la apariencia y la superficie, por lo que no es de extrañar la carga de connotaciones peyorativas con que son usados estos últimos términos.
Dos obras nos sirven para ejemplificar la díada profundidad/superficie: el análisis de Heidegger de una obra de Van Gogh, Par de botas, y el análisis de Frederic Jameson de una obra de Andy Warhol, Diamond Dust Shoes. En la concepción de Heidegger, el par de botas son la puesta en obra de la verdad, entendida como desocultación, como aletheia, de la esencia del campesinado; la imagen remite a una profundidad, no a sí misma. La obra de arte hace surgir la dimensión esencial de los objetos y no su dimensión instrumental. En la obra de Warhol, al contrario, sólo hay superficie, ninguna esencia más profunda que trascienda la imagen. En la obra de Warhol la nueva realidad está en las imágenes. No existe un afuera de la caverna, el Ser es la superficie y lo más profundo es la piel . En el tránsito de la profundidad a la superficie podemos ver el tránsito de la modernidad a la posmodernidad.
Lo real y lo virtual y su encuentro en la superficie de la cinta de Moebius
La contraposición actual entre lo real y lo virtual a menudo es entendida desde un enfoque platónico , confinando lo virtual en el ámbito de lo fantasmagórico e ilusorio, de las engañosas sombras. No obstante, lo virtual, lejos de oponerse a lo real, es un modo de ser potente y productivo, un modo de ser que da carta blanca a los procesos creativos, como apunta Pierre Lévy. A la consideración de lo virtual como irreal subyace un supuesto metafísico que consiste en identificar el ser y la presencia, identificación que se da ya en el Poema de Parménides. El ser se entiende en función de una determinada forma del tiempo, el presente , y de esta forma es posible negarle el ser, la realidad, a lo virtual. Pero lo virtual no se opone a lo real, sino a lo actual; produce efectos sobre lo real, lo que es motivo suficiente para considerarlo plenamente real, en tanto que virtual .
Pensado desde esta metafísica de la presencia, lo virtual es considerado como lo opuesto a lo real porque los procesos de virtualización conllevan procesos de desmaterialización y de desterritorialización. El lenguaje y las tecnologías son los principales artífices de estos procesos. En un texto el significado de los signos es virtual, en el sentido de que no depende del soporte material. El lector actualiza un sentido, produce el sentido con el acto de la lectura, tejiendo mapas semánticos sobre la superficie donde se juntan lo real y lo virtual como si de la banda de Moebius se tratara.
La obra como acontecimiento impactante que se disuelve en el tiempo
En la estética de las nuevas tecnologías, tendiendo en cuenta un enfoque diferente al platónico, un enfoque no dualista, no se trata tanto de representar la realidad, ni de la expresión de la subjetividad del genio creativo, sino de producir un efecto. El gusto estético es especialmente sensible a lo impactante. La obra deviene gesto efímero que impacta al espectador sin buscar la permanencia. De la inmortalidad de las obras de arte que revelaban esencias a los gestos creativos que disuelven el ser de la obra en el siendo del proceso. Ya no se rinde culto a la originalidad, el partir de cero se considera una ingenuidad, pues el artista se sabe inserto en una tradición, a la que constantemente alude en forma de citas, muchas veces irónicas, se apropia de ella para recrearla y mezclarla .
La idea de propiedad pierde relevancia, lo que cuenta es el acceso a la obra. La obra se crea para ser comunicada. Para las identidades terminales, conectadas a redes telemáticas, vivir es comunicarse.
La comunicación es la condición de posibilidad misma del arte y del pensamiento, no algo que viene después. Comunicarse es necesario, vivir no.
El cine como experiencia visual filosófica.
Estamos a la búsqueda de un film con situaciones puramente visuales y en que el drama surgiera de un contraste hecho para los ojos, extraído, si puede decirse, en la sustancia misma de la mirada, y que no proviniera de circunloquios psicológicos de esencia discursiva y que son simplemente textos traducidos visualmente. No se trata de encontrar en el lenguaje visual un equivalente del lenguaje escrito en que el lenguaje visual no sería más que una mala traducción, sino antes bien de hacer patente la esencia misma del lenguaje y de transportar la acción a un plano donde toda traducción fuera inútil y donde esta acción actuase casi intuitivamente sobre el cerebro. (Antonin Artaud, 1973)
El cine, según Deleuze, permite pensar el mundo desde su superficie. Las secuencias de imágenes proyectadas sobre la pantalla no puede ser considerada una superficie estática, sino un fluido espacio-temporal.
El cine puramente visual al que alude la cita de Artaud es un pensamiento en imágenes, un pensamiento situado en los confines del logos racional que ha dominado occidente, un pensamiento que es a la vez una experiencia estética. Películas como 2001, una Odisea del espacio obedecerían a esta idea de una acción visual que no sea la traducción de un discurso, un lenguaje no verbal actuando casi intuitivamente sobre el cerebro.
El cine ha ilustrado algunas perplejidades filosóficas. La indistinción entre realidad y virtualidad, con un marcado tono existencialista, en ExistenZ, de David Cronenberg. El final de esta película puede ser interpretado en el sentido de que nuestra propia realidad es virtual , las imágenes que constantemente percibimos son también virtuales, no hay huida posible hacia la luz platónica, no hay trascendencia, el existente es lo que hay .
Todo el cine de Cronenberg puede ser visto como una exploración filosófica de nuestro tiempo, una auténtica puesta en escena de conceptos-imagen que abordan las cuestiones más inquietantes de nuestro presente, un pensamiento en imágenes y sobre las imágenes, y sobre el impacto de las tecnologías en el ser humano. Si McLuhan piensa las tecnologías sobre todo como extensiones de los sentidos, Cronenberg da un paso más y piensa el impacto de las tecnologías sobre nuestros propios cuerpos y mentes, pues ya no hay lugar para dualismos cartesianos. El ser humano no posee una esencia inmutable, su ser, su identidad, depende de la interrelación entre múltiples factores sociales, tecnológicos, culturales, etc. ¿Qué es la realidad?, ¿Quién es el ser humano? La filosofía cinematográfica explora estas cuestiones impactando sobre el cerebro del espectador, no mediante silogismos ni discursos, sino mediante la potencia de la imagen-movimiento.
En La sociedad del espectáculo, Guy Debord definía el espectáculo, no como una esfera superpuesta al ámbito humano, sino como una relación social mediatizada por las imágenes. En Videodrome, Cronenberg caracteriza una sociedad mediatizada por el medio televisivo. La televisión es la realidad, y la realidad es mucho menos que la televisión.

0 thoughts on “Pensar dentro de la caverna: la dimensión cognitiva de las imágenes y la inmanencia del Ser

Leave a comment